Querida peregrina, querido peregrino,
Durante dos semanas vas a vivir una experiencia de las que calan hondo. Compartir con los amigos a los que tanto quieres una peregrinación a Santiago dejará en ti, seguro, una huella imborrable. Venís a recorrer juntos una ruta milenaria que lleva siglos ensanchando corazones; forjando un espíritu de encuentro al que millones de peregrinos antes que tú han contribuido. Para ti también hay una misión: seguir abriendo caminos de
Paz y Bien.Y deja que sea Su camino el que te recorra a ti.
¿Qué es lo que atrae a tantas personas hoy a hacer el Camino? ¿Qué es lo esencial de esta peregrinación? ¿A qué te enfrentas tú que inicias esta peregrinación interior hacia Compostela? No es fácil responder a estas preguntas. El Camino es, ante todo, una experiencia personal. Hay, en principio, tantos “caminos” como personas. Cada uno tiene que estar abierto a encontrar “el suyo”.
El Camino de Santiago es una experiencia personal porque cada uno sale con lo que es, con lo que tiene, a recorrerlo; cada uno se pone en marcha con sus interrogantes y sus deseos, con sus energías y capacidades, con su fe y sus problemas, y espera encontrar algo para su propia situación. Nadie aporta lo mismo; nadie espera lo mismo y, aunque uno no encuentre lo que busca, cada uno hace su propio camino.
Experiencia que deja huella
Una experiencia es “algo que deja huella”. Vivimos muchas cosas entre las prisas o el cansancio o el aburrimiento, pasando por encima de ellas. ¡Cuántas veces nos cuesta recordar, al final de la jornada, lo que hemos vivido en ella! Son cosas que están condenadas al olvido, que no van a cambiar nuestra historia. Pero hay momentos, hay encuentros… que son verdaderas experiencias y que anidan en nuestro corazón transformándolo poco a poco.
Muchas veces carecemos de experiencias porque hemos perdido la capacidad de dejarnos afectar por los otros, nos hacemos insensibles a las personas (no sabemos escuchar) o a las cosas (no tenemos los ojos bien abiertos). En el Camino hay que estar dispuesto a vivir una experiencia que deje huella y que transforme desde dentro; hay que estar abierto, con los ojos, el oído y el corazón, para dejarse transformar por él, aunque en ocasiones el cambio no sea muy estrepitoso. No vale solo hacer un paréntesis en la vida para tomar unos días de descanso (para ello se puede ir a la sierra o al mar). No vale usar el Camino para buscar evadirse de los problemas, porque estos aparecerán a cada paso…